martes, 10 de abril de 2007

No al Aborto...

El tema de la despenalización del aborto ha llegado en el momento menos oportuno y ha sido puesto a discusión por el PRD en el Distrito Federal, al presentar en la Asamblea Legislativa, donde son mayoría, la iniciativa para despenalizar el aborto cuando así convenga al proyecto de vida de la mujer, siempre y cuando sea dentro de las primeras 12 semanas del embarazo, con el argumento de que la mujer debe tener libertad para decidir sobre su cuerpo o lo que le convenga a su proyecto de vida.

El tema a discusión es inoportuno pero estratégico para el PRD, pues contribuye a dividir más a la sociedad mexicana, que está confrontada y mal gobernada. El PRD aprovecha este tema para provocar a la derecha que gobierna y para cobrarle facturas por haber apoyado a Calderón en julio del 2006.

La estrategia del PRD es saltar de la lucha en la calle, a la lucha en las instituciones legislativas y en este caso, la Asamblea del DF, pues ya se dio cuenta que su lucha callejera afecta al propio PRD y no a la derecha y que ganarle una votación legislativa con la mayoría perredista, afecta a la derecha, pues así demuestra el PRD a los grupos de extrema derecha, que no obstante que ganaron la presidencia de la república, no tienen los votos suficientes para defender uno de los grandes principios que han defendido siempre: NO AL ABORTO, y así, el PRD dice a la derecha, representada por el panismo, lo que en campaña proclamaron, “con su pan se lo coman”: el aborto.

Es inoportuno este debate porque la sociedad sigue confrontada por el resultado electoral del 2 de julio, porque se agudizará el conflicto político en las 14 elecciones que se llevarán a cabo en el 2007, porque el gobierno panista ya tomo partido en un tema que divide, justo cuando requiere el apoyo total de la población en su lucha contra el crimen organizado y justo cuando el narcotráfico le gana la lucha al poder público, y en que la inseguridad pública atemoriza y amenaza a todos, incluido al propio presidente de la república.

Pero el PRD, al que invitaron a dejar la calle y a dar la lucha en las instituciones, les agarró la palabra, y ahora, hasta el presidente Calderón les pidió ya que no avasallen con su mayoría en la asamblea legislativa del DF:.

Valery Giscar Destaing, presidente francés en los años 70, declaró, cuando se aprobó la despenalización del aborto en Francia, que como católico que era, estaba en contra del aborto, pero que como presidente de todos los franceses se pronunciaba por su despenalización, porque así lo quería la mayoría y porque así convenía a Francia.

Desde luego: Felipe Calderón no es francés ni tampoco estadista, es un católico que está aprendiendo a gobernar con los principios de su partido y los dogmas de su fe religiosa,.En el caso del aborto, ya tomo partido, no está por encima de la discusión que divide a la sociedad que gobierna, sino que es parte de la confrontación que el tema concita y ha declarado que las leyes sobre el aborto están bien como están y en consecuencia, está en contra de la despenalización del aborto, como lo propone el PRD.

La postura del presidente de la república, que gobierna un estado laico y que juró respetar y hacer respetar la Constitución y las leyes que de ella emanan, contraviene el estado laico y las leyes del país. Las leyes establecen la separación de la Iglesia y el Estado, que es la esencia de la laicidad. No que el Estado esté confrontado con la religión o con la iglesia, sino separado de ellas, y, sobre todo, que la ley divina no interfiera con el orden jurídico vigente; que las iglesias, las que sean, no impongan sus dogmas a los ciudadanos en los asuntos del orden público y que tampoco el Estado imponga a las iglesias las reglas que rijan las relaciones entre Dios y los hombres.

Que el Estado no legisle sobre las creencias y las conciencias y si lo hace, sólo es para que se respeten las creencias y conciencias y se salvaguarden, sobre todo, de la intervención de la autoridad pública.

Las creencias y la libertad de conciencia caen en el ámbito de las relaciones de la persona consigo misma y con su compromiso religioso. Las leyes religiosas regulan las relaciones del hombre con el Dios que en cree y no operan para regular las relaciones entre los hombres o con la sociedad, pues ese es el ámbito que regula el orden jurídico vigente, la relación del hombre con el Estado o con las demás personas. Respecto a la religión, lo único que hace el orden jurídico vigente es garantizar que cada quien sea libre de profesar la religión que quiera y garantizar la separación del Estado y las iglesias.

La iglesia católica, a la que pertenezco, hace bien en defender uno de sus principios fundamentales, que también lo es de todas las demás religiones: la defensa de la vida, que también es un principio defendido por todos los gobiernos y protegido por todas las leyes del Derecho vigente, con las excepciones establecidas por la propia ley.

La iglesia hace bien en reiterar sus llamados para que el aborto no se practique; hace bien, incluso, en asustar a sus feligreses para que no incurran en la interrupción del embarazo y también está en su papel al amenazar a sus fieles con excomulgar a quienes aborten o coadyuven a esa práctica, prohibida por la iglesia.

Pero la iglesia hace mal en amenazar con la excomunión a los legisladores que aprueben que se permita el aborto. La iglesia hace mal en amenazar al poder público y en desafiar a las instituciones que aprueban las leyes en este país. Pues eso es violentar las normas que rigen a un Estado laico y que el propio derecho canónico se obliga a respetar. La iglesia católica no puede hacer nada en contra de los legisladores por el ejercicio de sus funciones, pues únicamente puede actuar e influir sobre ellos si estos son católicos y su influencia será, en todo caso, espiritual y de carácter moral, nunca institucional.

Además, muchos Legisladores, sobre todo del PRD, no son miembros, en su mayoría, de la iglesia católica y no pueden ser expulsados de una iglesia a la que no pertenecen. La iglesia católica está obligada a respetar a la legislación vigente que les reconoce su personalidad jurídica.

La iglesia católica sabe de antemano que esta batalla la va a perder en el terreno legislativo, porque, además, no es su terreno, su ámbito de competencia es divino y rige en la conciencia individual de las personas. Ahí es donde va a ganar esta batalla, al crear conciencia en los católicos de que, penalizado o no el aborto, los católicos opten por no abortar.

El éxito de la iglesia es fortalecer la fe en los principios que la iglesia defiende y en este caso es no interrumpir el embarazo en cualquier momento de la concepción. La iglesia va a ganar no si despenaliza o no el aborto, sino al lograr que los católicos, firmes en su fe, no aborten. El triunfo de la iglesia, pues, no es de carácter legislativo, sino en la conciencia de cada uno de los católicos. De nada serviría a la iglesia que el aborto siga penalizado y que muchos católicos lo practiquen, eso sería un verdadero fracaso para la iglesia: que la fe y el respeto a la ley de Dios fueran violentados por los fieles católicos.

Yo soy católico y estoy en contra del aborto, no desearía que nadie abortara y mucho menos, ninguna mujer de mi amplia familia, pues como creyente estoy en favor de la vida humana y soy de la idea de que nadie aborta por gusto o para ver qué se siente tener esa experiencia, nadie lo hace por moda o por hobby. Creo que quienes lo han hecho, ha sido por necesidad o porque han considerado que es el último recurso que tenían. Creo que nadie ha gozado abortando y mucho menos creo que el aborto sea una festividad femenina. Creo que nadie ha presumido de haberlo hecho y menos que diga que lo volvería hacer.

Yo no soy de la idea de discutir en el caso del aborto, a partir de qué momento hay un nuevo ser humano con vida propia e independiente en el vientre materno. Porque como católico, acepto lo que la iglesia sostiene: que se debe respetar la vida en cualquier momento desde la concepción. Lo que la ciencia determine en ese sentido no modifica mi compromiso religioso, porque si mañana el científico más importante del mundo, determina que hay vida propia e independiente en el ser concebido, a partir de la octava semana, no por ello la iglesia católica va a modificar su dogma, el compromiso religioso no es científico, no está a discusión, ni lo modifica el desarrollo científico; el dogma compete únicamente a la iglesia.

Si pretendemos ser buenos católicos, aceptamos las leyes de la iglesia y somos reconocidos y bendecidos por las autoridades eclesiásticas y estamos bien, en conciencia, ante los ojos de Dios, o no lo somos y propiciamos o practicamos el aborto.

Por eso, como católicos, no nos debe atemorizar la despenalización del aborto, a menos que tengamos dudas de poder cumplir las leyes de Dios y optemos por la libertad abortiva no penalizada que nos permita la ley de los hombres y como castigo recaiga sin piedad sobre nosotros la ley divina. Por eso no me preocupa tanto, como católico, que esté o no despenalizado el aborto, porque si se despenaliza en el orden jurídico y se deja sin sanción, en el orden divino seguirá sancionado y practicarlo, con o sin pena jurídica, violenta la ley de Dios, que a los católicos obliga a cumplir, si hemos decidido serlo a plenitud y respetar los principios que la iglesia defiende.

El hecho de que jurídicamente no se penalice el aborto, no da por terminado nuestro compromiso religioso, que subsiste independientemente del orden jurídico vigente, pues nuestra relación individual con Dios no se rige por el derecho positivo, pues ya dijimos que el orden jurídico no regula las relaciones del hombre con Dios, sino las del hombre con el hombre y con la sociedad. El compromiso religioso trasciende lo jurídico.

Quien como católico tenga la necesidad de abortar, estará acreditando que esa necesidad es superior a su compromiso individual con Dios y con su iglesia, quien deba tomar una decisión de esta naturaleza, tendrá un problema de conciencia que deberá resolver de manera individual y valorar que es más importante: su proyecto de vida, que implica romper su compromiso religioso, o mantener su compromiso con Dios sobre su proyecto de vida.

La decisión es individual y libre: decidir libremente si se sigue siendo católico respetando a cabalidad sus principios, o si se decide ya no serlo, porque uno de sus principios se contrapone con su proyecto de vida.

Lo que la iglesia está discutiendo no es el respeto a la vida en sí, sino el respeto a sus principios, contra los que atenta la iniciativa del PRD en la asamblea legislativa. En consecuencia, el trabajo de la iglesia católica no es, ni debe ser, convencer a los diputados del DF, que aprueben o no aprueben la despenalización del aborto, sino convencer a los católicos que independientemente de la ley que se apruebe, éstos no aborten.

Y eso es lo que la iglesia hace: orientar el debate para que los católicos lo entiendan y que a través de la presentación de esta iniciativa, los católicos defiendan o no, los principios que sostiene la iglesia y si ante estos hechos, la fe católica se fortalece o se debilita, en la medida en que los católicos rechacen la práctica del aborto, esté o no penalizado.

De darse la despenalización del aborto en los términos propuestos, de permitirlo cuando así convenga al proyecto de vida de la mujer, la iglesia católica no deberá sentirse derrotada, a menos que el tiempo compruebe que muchas mujeres que se decían católicas a plenitud, decidieron, en un momento dado, abortar por así convenir a su proyecto de vida, no obstante que hayan violentado sus principios religiosos, al haber decidido libremente actuar conforme a lo que les permitía la ley del hombre y no de acuerdo con lo que les exigía la ley de Dios.

Una mujer que aborta, lleva en el aborto el castigo de por vida, independientemente de su creencia religiosa. Pero si es católica, lleva, además, el rompimiento de las normas de su iglesia y la sanción que la ley penal impone; por eso, para que la mujer no sea castigada tantas veces, estoy a favor de que se despenalice el aborto, para que sólo cargue con el castigo que le impone su iglesia y el que le reclame su propia conciencia.

Reitero: estoy en contra del aborto, pero estoy en favor de su despenalización, porque sé que los buenos católicos, que son los que ocupa la iglesia y la fortalecen, seguiremos fieles a esos principios, porque quienes son católicos y deciden abortar porque la ley se los permite, no son tan buenos católicos y la iglesia podrá subsistir aun sin ellos.

La despenalización del aborto nos dará la alternativa de decidir si se es o no se es, un buen católico.

aproposito2004.blogspot.com

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