martes, 16 de junio de 2009

Panistas, La Misma Historia de Siempre

Como lo más importante que han comentado los medios en los últimos días fue acerca de dos baleados en el Amarradero y el atropellamiento de una niña en un accidente de tránsito y al no haber ningún evento de campaña importante o declaración política que valga la pena comentar, cedo mi espacio a un periodista invitado

05-Jun-2009

Horizonte político

José A. Crespo

PAN y PRI: contraste democrático

Viene un debate entre los dirigentes nacionales del PAN y del PRI, en el cual seguramente lloverán nuevas y viejas descalificaciones. En la confrontación entre los dos principales punteros de la elección federal, el primero busca recordar el pasado autoritario del segundo, para alejarle votantes que quizás hayan decidido volver a sufragar por él (al considerarlo más capaz en las lides de gobierno de lo que resultó el PAN). Las encuestas siguen poniendo al PRI por encima, pese a todo. Y es cierto, el PRI llegó a representar todo aquello que asociamos con el autoritarismo: fraudes, corrupción, censura, represión e impunidad. Cuando uno recuerda que el PAN en el gobierno no ha sido radicalmente distinto del PRI, algunos panistas mencionan que no hay comparación entre el daño político provocado por el tricolor con respecto al que se le pueda adjudicar al PAN. Lo que me lleva a pensar que, quizá, eso se deba a que estamos evaluando los 70 años de régimen priísta frente a sólo nueve de gobiernos panistas. Pero, de quedarse el PAN setenta años consecutivos como lo hizo el PRI, quién sabe cómo resultaría el balance del blanquiazul.

Y si bien es más cómodo hacer una evaluación general de los gobiernos en cuestión (meter a todos los del PRI en una misma bolsa), la verdad es que también hubo diferencias entre unos y otros. Los perredistas lo saben bien y lo destacan en lo posible, pues su modelo favorito es el nacionalismo revolucionario que prevaleció antes de ser relegado por los tecnócratas del PRI. Los calderonistas también buscan la diferenciación, cuando así conviene; dicen, por ejemplo, que su guerra contra el narcotráfico es novedosa, para lo cual advierten las “omisiones” del gobierno de Vicente Fox. En esa misma lógica, ¿qué pasaría si hiciéramos una evaluación de contraste entre, por ejemplo, el último gobierno del PRI y el primero del PAN? ¿Cuál de los dos resultaría más democrático?

Me parece que quedaría bastante mejor parado el gobierno de Ernesto Zedillo que el de Fox. ¿Razones? Zedillo recibió un país agitado políticamente, lo que detonó la mayor crisis económica que se hubiera experimentado en décadas. Eso llevó a Zedillo a la conclusión de que, para evitar nuevos quiebres políticos o económicos, no quedaba sino una genuina apertura política, no simulada o cosmética como las de sus antecesores. Convocó a un pacto democrático con todos los partidos (los llamados “acuerdos de Barcelona”). El IFE obtuvo autonomía (con respecto al gobierno) y consenso partidario y alcanzó una enorme credibilidad. Hubo una nueva ley electoral que nos llevó a la plena competitividad. Se aceptaron triunfos del sol azteca en la capital y Zacatecas, así como otros del PAN en Yucatán, Jalisco y Querétaro. Zedillo admitió la derrota del PRI en la Cámara baja en 1997. Y, en 2000, la alternancia pacífica tuvo lugar por primera vez en nuestra historia.

En ese sexenio se avanzó de forma decisiva en la democratización, la cual, sin embargo, no estaba ni de lejos concluida, sino que requería consolidarse. Tarea encomendada a Fox con el claro voto que lo llevó a Los Pinos. Pero Fox muy pronto decidió echar reversa en la democratización, en lugar de “meter segunda”. No llamó a cuentas a ningún corrupto de los gobiernos priistas, sino que les extendió carta de impunidad. Después, habiendo identificado como enemigo (más que como adversario) al PRD y su seguro candidato presidencial, utilizó al Estado con fines político-electorales y violó así una regla primordial de la democracia; usó políticamente a la PGR durante los episodios de los videoescándalos y del “desafuero” a Andrés López Obrador (por una nimiedad, mientras se soslayaban faltas mucho mayores cometidas por políticos panistas o priistas). El PRI decidió excluir al PRD de la conformación del IFE en 2003, sin que el PAN (o el gobierno) lo evitaran, habiendo podido hacerlo, lo que implicó un duro golpe a la fortaleza y credibilidad del Instituto. Fox “metió las manos” en la elección presidencial, pese a haber exigido seis años antes a Zedillo que no lo hiciera, y aceptó la alianza corporativa y mapacheril de Elba Esther Gordillo, que heredó Felipe Calderón. La democracia electoral, en general, sufrió grave retroceso. Compárese la claridad y el consenso electoral de 2000, el del último gobierno priista, con el opaco, incierto y cuestionado proceso de 2006, bajo el primer gobierno panista.

El contraste exige también comparar el país que recibió Fox con el que entregó: recogió un país entusiasmado, unido en torno al avance político, con un acuerdo democrático hasta entonces respetado y un sistema electoral confiable y prestigiado. Entregó un país dividido, confrontado, desencantado, un sistema electoral cuestionado y desacreditado, la impunidad fortalecida y el pacto democrático violentado. ¿Cuál resultó ser más democrático: el último gobierno del PRI o el primero del PAN? ¿Cuál impulsó la democracia y cuál la relegó? Las encuestas de Gobernación, desde 2001, reflejan justamente una caída gradual en la confianza en nuestras instituciones políticas, misma que se había incrementado a raíz de la alternancia. ¿Por qué será?

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martes, 9 de junio de 2009

El Poder Es Una Bebida Fuerte

En virtud de que localmente no hay ni un tema importante que abordar o analizar, traigo, de nueva cuenta, un columnista invitado nuevamente, José Elias Romero Apis.

José Elias Romero Apis

5 de junio de 2009


Mi padre siempre me advirtió que todo buen político sabe tratar a la victoria y a la derrota como a dos “impostoras de paso”.

Desde siempre se ha comparado al poder con el alcohol, usando la metáfora de que ambas son bebidas fuertes pero ambivalentes. Lo mismo salvan que matan, dependiendo de sus dosis.

Es una figura con la que estoy de acuerdo. Ante todo porque, aunque yo no soy un hombre de poder, la vida me ha permitido el privilegio de estar siempre cerca de los poderosos y el placer de observarlos. Aclaro que, cuando hablo de poder, me estoy refiriendo no sólo al poder verdadero sino, también, a aquellas envolturas que lo contienen y aquellas imitaciones con las que lo confunden, tales como la fama, la riqueza, el encargo o, simplemente, el parentesco.

Reflexioné una vez más sobre esto cuando me enteré de que la escocesa Susan Boyle, cantante aficionada y repentina estrella, sufrió un colapso siquiátrico que la llevó a ser internada para terapia mental. El síntoma fue un cambio radical de comportamiento. Acerca del diagnóstico, de inmediato algunos cercanos entrevistados fijaron su posición.

Unos dicen que se debió a tantas emociones y éxitos experimentados por una persona que, en su modesta existencia, no estaba acostumbrada ni acondicionada para ello. Otros aseguran que la causa fue el extremo berrinche sufrido por la pérdida del primer lugar en el certamen que la popularizó. En el fondo, hay coincidencia técnica: sobredosis de adrenalina. Demasiada droga natural, en muy poco tiempo y con suministro constante.

De inmediato pensé en todos los poderosos, potentados o prepotentes que, a lo largo de cuarenta años, he visto perder el piso por su éxito o enloquecer en el enojo, debido a su fracaso. Por mis recuerdos desfilaron presidentes que ya no lo son o algunos que quisieron serlo. Hasta allí todo podría ser entendible. La Presidencia no es cualquier ladrillo y, por eso, entiendo la locura que produce el ejercerla o el perderla.

Pero donde ya las cosas resultan muy complicadas es cuando la locura proviene de éxitos o fracasos tan relativos en la vida de cualquier mortal como lo pueden ser un ministerio, una gubernatura, un escaño o una curul. Frente a ellas, ganar o perder, así como ser o dejar de ser, son meros accidentes muy poco significativos en la vida de un hombre que se considere más o menos normal.

Quizá, por eso, mi padre siempre me advirtió que todo buen político sabe tratar a la victoria y a la derrota como a dos “impostoras de paso”. Sabe que ni una ni la otra son para siempre. Que simulan constancia pero se alejan muy pronto. La miel del éxito y el acíbar de la derrota deben beberse muy de prisa. Deben tragarse en no más de tres días. Algunas risas o algunos suspiros, según sea el caso, y a despedirse de ellas. En lo político, la victoria y la derrota son mujeres públicas. Son de todos y de nadie.

Más hay otra consideración, volviendo a la concursante escocesa. Susan Boyle había vivido sus 48 años frente a una vida que le regateó la belleza, el amor, el matrimonio, la fortuna y creo que hasta la compasión. Repentinamente, en tan sólo una canción, pasó del menosprecio a la admiración, de las burlas a los aplausos y de la insignificancia a la notoriedad. En nada más tres minutos se bebió toda la gloria que otros han ido dosificando, catando y paladeando a través de muchos años.

Así, también, juegan las dosis y los tiempos en las cuestiones del poder. Un encumbramiento grande y súbito puede ser perjudicial para la salud, especialmente la emocional. Mucha gloria, sin el acondicionamiento o, por lo menos, sin la costumbre para estar cerca de ella, puede embriagar y producir, como el alcohol excesivo, la caída, el coma o la muerte.

Sólo así podemos entender muchos de los disparates de nuestro tiempo. Por eso muchos de los nuevos demócratas, los nuevos gobernantes y los nuevos poderosos se comportan como aquellos “nuevos ricos” que no saben qué hacer con su riqueza. Suelen caer en el ridículo, al no saber para lo que sirven su democracia, su gobierno o su poder.

Así como algunos neorricachones han confundido el cío con el caldo y el sorbete con el postre, algunos neopolíticos confunden, con frecuencia, la democracia con la libertad, la soberanía con la independencia, la justicia con la seguridad, la legalidad con la legitimidad y la popularidad con la gobernabilidad. Son los que, cuando se refieren a algo nunca antes sucedido, dicen que es “inédito” aunque, en realidad, están hablando de algo “insólito”.

Claro que no hay reglas absolutas. He visto a políticos con tres generaciones en el poder que se deschavetan con tan sólo un modesto éxito. De la misma manera he visto políticos que hasta hace unos años militaban en la oposición y carecían de cualquier pizca de poder que, al lograrlo, se han comportado con una seriedad absoluta y la madurez que tendría cualquier priista acostumbrado, por años, al gobierno y al poder.

En fin, el ebrio de alcohol o de poder provoca nuestra risa si se cae, pero causa nuestro desastre si lo dejamos manejar”.

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domingo, 7 de junio de 2009

A PROPÓSITO DE LA POLITICA

Articulista invitado,

Opinión del experto

José Elías Romero Apis

El aroma de la mujer bonita

“Hace más de cuarenta años, siendo aún muy joven, me encontraba platicando con el ilustre ex presidente de México, Miguel Alemán Valdés. La conversación se dio en su despacho-biblioteca una cálida mañana de Cuaresma. La fraterna amistad que el inteligente político sostenía con mi padre, desde sus años preparatorianos, lo inducía y le permitía tratarme patriarcalmente. Ello siempre fue, para mí, un privilegio muy benéfico y muy honroso porque, de esa manera, y gracias a ello, siempre me obsequió muy buenos consejos y muy provechosas enseñanzas.

Por aquel entonces había yo logrado ganar, por vez primera, un concurso estudiantil de oratoria y empezaba a ser notoria mi interna pero firme vocación por la política. Quizá por esas razones, el ex Presidente de los mexicanos consideró que había llegado el momento de hacerme algunas advertencias que me sirvieran para tomar las decisiones sobre el rumbo de mi vida. Muy especialmente cuando se trata de algo tan complejo, tan impredecible y tan difícil como lo es la vida de un político.

Desde luego que un discurso lleno de elegancia, pero sumergido en profundidades filosóficas, hubiera sido críptico e inservible para un jovencito que apenas rebasaba los quince años. Por eso resolvió servirse de una inteligente parábola que me sería entendible. Es oportuno aclarar que mi mentor estaba al tanto de que ya me encontraba en edad y en el ejercicio de mi varonía plena.

Para comenzar con la enseñanza de esa mañana, me dijo que la política era como una mujer. Que, como toda mujer, estaba equipada con algunas cualidades y virtudes y estaba atrofiada con algunos vicios y defectos.

Primero, quiso referirse a sus imperfecciones. Me dijo que era una mujer celosa que no tolera nuestros devaneos y distracciones. Que era una mujer absorbente que nos demanda lo que más puede de nuestro tiempo y de nuestra atención. Que era una mujer interesada que más nos prefiere cuando estamos mejor. Que era una mujer ambiciosa que nos exige que le entreguemos y le invirtamos casi todo lo que tenemos. Que era una mujer infiel que a nuestro menor descuido nos hace pendejos. Que era una mujer ingrata que con frecuencia desconoce nuestras entregas y sacrificios. Que era una mujer cruel que nos daña sin que lo merezcamos.

Aquí hizo una pausa, dio un sorbo a su café y en silencio me contempló unos instantes. Con esas credenciales pensé que lo más sensato sería alejarse de la política lo más que me fuera posible. Que una mujer que, bajo el mismo vestido y dentro de la misma piel, pudiera depositar todo aquello, resultaba un verdadero costal de estiércol. Que aquella que mezclara dentro de sí la celosía, la absorbencia, el interés, la ambición, la infidelidad, la ingratitud y la crueldad sería como una churumbela de siete gemas negras a cual más de filosa, de hiriente y de peligrosa.

Pero mi perceptivo y muy sensible maestro debe haber notado mi desazón, porque me invitó a que yo también probara mi café. Me esperó en silencio y, acto seguido, continuó con un segundo capítulo.

Ahora bien, dijo, esa mujer tan llena de atrofias tiene muy pocas cualidades. Quizá sólo tenga una o dos que debes tomar en cuenta. La más importante es que es muy bonita. Es la mujer más bonita que pudieras llegar a conocer o a imaginar. Todas sus líneas son impecables. Todas sus proporciones son perfectas. Tan sólo el verla es un gran placer para muchos. Tocarla es todo un privilegio.

Pero las ocasiones en que un mortal puede abrazarla, besarla y morderla, bastan para justificar toda una vida, aunque seamos conscientes de su volubilidad, de su inconstancia y de su insinceridad para con nosotros. Sentir que uno mismo es su elegido, aunque sea temporal, justifica toda nuestra existencia. Imaginar que se quedará con nosotros para siempre es toda una esperanza. Por esas noches en su lecho y en sus brazos, aunque tan sólo sean unas cuantas, pierden importancia todos los esfuerzos y sacrificios que sufrimos en el ayer y todos los abandonos y soledades que sufriremos en el mañana.

Esos instantes de poder, de fama y de luz son el afrodisíaco más erótico y más orgásmico que pueda existir. En ello reside otra de sus virtudes. La de la exclusividad. Ese placer sólo lo puede producir esa mujer, que se llama la política, y ninguna otra.

Un nuevo silencio, otro sorbo y una mirada más. Después de ese vuelco de entusiasmo creo que me sintió reestablecido y consideró que habría que lanzarse en un tercer capítulo. Aquel en el que todo verdadero maestro deja de contentarse con las explicaciones, con las definiciones y con los diagnósticos para entrar de lleno en las recomendaciones.

Por eso, mi joven amigo y futuro político, ni la sobrestimes ni la mal juzgues. No te entregues con ella ni a las alegrías ficticias ni a las tristezas pasajeras. Cuando se te entregue disfrútala, pero sin olvidar que mañana estará en los brazos de otro. Que no te vaya a lastimar porque cambió de nido. Que no vayas a agredir a tus amigos porque, después de ti, se fue a entregar a ellos. Es muy posible que, cuando llegó a tu alcoba y a tu vida, también traía en la boca el sabor de un amigo tuyo que ni se enojó ni te ofendió por ello. Conserva, en esos momentos, tu seriedad, tu serenidad y tu seguridad.

Pero, también, cuando se te esconda y te humille piensa que quizá la noche de mañana esté implorando tus besos. Que si hoy te prometió llegar y te dejó esperando, así lo hizo con otros cuando corrió hacia ti y no sería raro que lo volviera a hacer porque se acuerde que todavía hay algo que le faltó disfrutar contigo. Por eso, puedes estar seguro de que no se va a entregar eternamente a uno solo. Ella es de todos y es de nadie.

Quizá dentro de cuarenta años, dijo para concluir, recuerdes esta conversación. No sé si en ese entonces ella esté viviendo en tu cama pero no me cabe duda de que, para entonces, ya habrá dormido muchas noches abrazada por ti. Estoy seguro de que ya podrás llenar todo un diario íntimo y personal con cada una de sus tiernas caricias, de sus fuertes abrazos y de sus ardientes besos.

Cuando El-Señor-Ex-Presidente-de-la-República llegó hasta aquí pensé que ya había concluido y siempre he tenido la impresión de que así habría sucedido. Debo aclarar que, a pesar de mi corta edad, estaba consciente de que, en la envoltura de un lenguaje romántico y poético, se me había obsequiado una lección de las más crudas, realistas y terrenales que he escuchado en la vida. Estando en eso vino lo que todavía no sé si fue un epílogo o un encore.

Me olvidaba decirte algo muy importante, exclamó.

Como sucede con todas las mujeres, esta también tiene instantes de esplendor y tiene otros deplorables frente a los que tienes que estar prevenido para calcular tus distancias.

Hay momentos en que la mujer está plena de fragancia, de limpieza y de brillo. Que ha tomado sus baños con aguas aromáticas. Que se ha agregado esencias y bálsamos. Que su piel está húmeda, sus cabellos peinados, su boca aromática, sus ojos límpidos, sus uñas pulcras y sus humores remitidos. Esos son los momentos para acercarse sin el riesgo del asco.

Pero, prosiguió y me dijo, que hay otros momentos nauseabundos que invitan a la basca. Que son los momentos en que esa preciosa mujer que se llama la política está llena de mugre, de fetidez y de pestilencia. Que le asoman el sudor, los mocos y las lagañas. Que su pelo está desgreñado, sus dientes sucios y sus uñas ennegrecidas. Que sus únicos olores son los de su halitosis, los de sus fecalidades y los de sus calamidades propias de mujer. En esos momentos, me dijo con enérgica advertencia, no debes acercarte a la política por bella y por seductora que ella sea. Por más que te invite, por más que suplique ni por más que te pague.

Estas últimas palabras del ex presidente de México no las había recordado en muchos años. Pero los acontecimientos políticos mexicanos de los últimos tiempos me las han traído a un inevitable pero muy oportuno recuerdo.

Qué bonita es la política pero que feo huele hoy.

Tan solo me resta una duda, aunque no sé si me corresponda resolverla a mí o ello ya le corresponda a mis hijos. Si frente a esa beldad que es la política debe uno resignarse a aceptar, sin resistencia, los tiempos que son para acercarse y aquellos que son para distanciarse o, por el contrario, si cuando está tan mugrosa tenemos también la obligación de limpiarla para reinstalarle su plena dignidad.

Me inclino a creer que esto último es lo acertado. Que aunque no es exclusiva de nadie y precisamente por ser una mujer de todos, todos tenemos la obligación de entregarla limpia después de usarla o, de lo contrario, todos nos vamos a manchar, todos nos vamos a apestar, todos nos vamos a contagiar, todos nos vamos a enfermar, todos nos vamos a envilecer y todos nos vamos a destruir.” Tomado de Excelsior los días 4 y 5 de junio de 2009.

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sábado, 6 de junio de 2009

Las Campañas Políticas

Las campañas electorales a nivel nacional y a nivel local están siendo severamente cuestionadas. En el caso de Colima, los columnistas y aún los editorialistas de los diferentes medios impresos independientemente de sus simpatías partidarias, han expresado su deseo de que el nivel de las campañas se eleve y se le abone más a la propuesta, lo cual es pertinente para evitar la confrontación social y agravar el clima de violencia que nos invade por el enfrentamiento de los cuerpos policíacos contra la delincuencia y la lucha encarnizada de criminales de los diferentes cárteles que se disputan las plazas y que en esa guerra no dejan títeres sin cabeza, aquí en Colima ya decapitaron cinco.

La gente espera que se conozcan las propuestas de gobierno de quienes aspiran a gobernarnos. Los defectos, las debilidades, las inconsistencias, los riesgos que los candidatos tienen, son de sobra conocidos por la gente, son del dominio público, lo que no se conoce son sus propuestas, de cómo van a generar empleo, combatir la inseguridad y la delincuencia, administrar los servicios públicos, ejecutar la obra de infraestructura pública que se requiere para el desarrollo, las políticas en materia de salud, educación y combate a la pobreza, etc. Se acredita más capacidad de insulto que de propuesta.

La critica es indispensable, el debate de las ideas necesario y si se tienen que confrontar los defectos de las personalidades que contienden, que se hagan con el rostro descubierto, que dé la cara y que se hagan de frente y no en el anonimato y mucho menos en volantes anónimos o en narcomantas o en narcolonas, que buscan más en confrontar a todos contra todos, a confundir y asustar a los posibles electores, que en clarificar defectos ó debilidades de los candidatos.

En el anonimato todos son sospechosos y todos son acusados y acusadores y estos distractores sirven para ocultar la ausencia de propuesta de gobierno.

Por eso, a nivel nacional hay un movimiento en gestación que va creciendo y que tiene como objetivo que la gente acuda a la casilla pero anule el voto para en última instancia no votar por el menos malo. Yo desde luego, no estoy de acuerdo con este movimiento, porque en el sistema democrático para fortalecerse y consolidarse se requiere del voto y al anularlo se contribuye a anular la posibilidad de la alternativa y además, con un mayor número de votos anulados, no va a disminuir el número de diputados, tendremos a nivel federal 500 legisladores con muchos o con poco votos; si la reducción de votos implicara la reducción de diputados, quizás valdría la pena, pero no es así, con pocos votos tendríamos de todos modos los mismos legisladores pero con menor representatividad y en consecuencia con menor compromiso con las mayorías.

En el caso de la narcomanta, narcolona o narcomensaje, ya se ha publicitado hasta por las mismas autoridades el nombre de la persona que elaboro dicha manta por encargo de otro, ya se sabe quien físicamente la imprimió, ¿Entonces qué hace falta para que a esa persona se le finque la responsabilidad por contribuir a elaborar un instrumento que puede ser difamatorio? Ya que aceptó el encargo de hacer un trabajo de impresión por cuenta del supuesto grupo delictivo de los zetas. Si se elabora una impresión de esa naturaleza es parte de la comisión de un hecho delictivo, pues en derecho penal hay actores materiales e intelectuales del delito.

El argumento de la impresora, de que es proveedora de servicios, pierde razón de ser cuando provee de un servicio ilegal, porque puede derivar en la comisión de un delito electoral y además penal, hay una complicidad material en cualquier delito que pueda derivar la impresión de esa narcolona.

Los priístas acusan a los panistas y estos suponen que fueron los “zetas” y piden a la PGR atraiga el asunto, el anonimato genera acusaciones recíprocas y propicia que más de un idiota, como Efraín Medina y algún otro, diga que fui yo, cuando todos saben que yo siempre firmo mis escritos.

Lo más pertinente, es que las autoridades actúen a la brevedad, para que los temas de la campaña no sean las acusaciones anónimas de las que nadie se responsabiliza, sino que los temas sean los compromisos que asuman los candidatos y si los hay, por el momento han sido tapados por el escándalo.

Si las autoridades locales y federales no actúan de inmediato en este caso, quiere decir que hay gato encerrado.

El señor obispo de Colima, el señor Rector de la Universidad y muchas otras respetables personalidades colimenses al igual que los empresarios, respetables o no, han expresado su deseo de que el nivel de las campañas se eleve ¡y caray!, si también algunos no tan respetables lo demandan, ¿Cómo estará el país?

Pero si hay coincidencia de que esta campaña electoral en el Estado, da mucho que desear, muchos se preguntan que es lo que pasa si los partidos son los mismos, entonces hay que mirar hacia los candidatos y sus equipos de campaña, que a veces dan la impresión de estar enojados, de que vienen por la revancha o quieren ajustar cuentas. Puede ser que el animo de confrontación en la elección federal del 2006, les de pretexto a los contendientes de que esta no es una elección sino un pleito, y gana el que aniquile al adversario.

Por lo anterior me parece oportuno publicar un artículo que escribió para Excélsior, el Licenciado José Elías Romero Apis, quien es un distinguido jurista y que ha sido diputado priísta en dos ocasiones. Por lo extenso de dicho artículo, lo publicaré mañana domingo. Aquí lo espero.

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