viernes, 10 de febrero de 2006

Voz y Voto, Análisis de Prospectiva

A PROPOSITO…

Fernando Moreno Peña

En esta ocasión, por considerarlo muy importante, reproduzco en este espacio un artículo publicado en el número 156, correspondiente a febrero de este año de la Revista Voz y Voto, donde se hace un ejercicio estadístico que demuestra que los escenarios de la competencia electoral para este año podrían ser muy diferentes a los que se han venido propalando en los medios de comunicación.

El artículo es el siguiente:

“…MÉXICO 2006. ESCENARIOS DE COMPETENCIA

Por CEPNA-Voz y Voto

En el número 149 de Voz y Voto (julio de 2005) presentamos el primer producto del modelo prospectivo que la revista y el Centro de Estudios para un Proyecto Nacional Alternativo venimos desarrollando desde hace varios años. En aquella ocasión consideramos las tendencias inerciales derivadas de las votaciones logradas por cada partido en el periodo 1994-2003, considerando además las encuestas difundidas, hasta esa fecha, por las principales empresas y medios de comunicación.

En los resultados que ahora publicamos, obtenidos del segundo ejercicio, hemos incorporado al modelo las elecciones locales celebradas en el periodo 1994-2005 y los datos de las encuestas previas al inicio de la llamada “tregua”, cuando los nombres de los candidatos presidenciales de los tres partidos de mayor peso electoral habían quedado definidos. A diferencia del ejercicio anterior, en el que ahora entregamos incorporamos factores que buscan reflejar el posible impacto de cada candidato presidencial sobre las tendencias de su partido, así como el importante hecho de las dos coaliciones electorales totales que han sido aprobadas por el Instituto Federal Electoral. De este modo, en la prospectiva para Andrés Manuel López Obrador (PRD) se consideró la suma de los votos históricamente recibidos por los partidos que integran la coalición “Alianza por el bien de todos” (PRD, PT y Convergencia), y lo mismo se hizo para la coalición “Alianza por México”, integrada por el PRI y el PVEM.

Mientras que en las dos elecciones presidenciales anteriores (1994 y 2000) la acrecentada competencia partidista no modificó la opinión sobre el más probable ganador,1 para los comicios en curso, que culminarán en la jornada electoral del 2 de julio de 2006, se ha convertido en lugar común, es decir en verdad que no requiere demostrarse, la afirmación de que cualquiera de los tres principales candidatos puede ganar la Presidencia de México para el sexenio que comenzará el 1º de diciembre de este año y finalizará el 30 de noviembre de 2012. A tal aseveración la acompaña un pronóstico que, de concretarse, arrojaría una división del electorado en tres partes prácticamente iguales. “Quien gane las elecciones presidenciales de 2006 –dicen los futurólogos– tendrá una ventaja máxima de un punto porcentual sobre el candidato que obtenga el segundo lugar.” Si, como también se anticipa, concurre a las urnas al menos el 50 por ciento de los electores inscritos en el padrón –35 millones–, un punto significaría 350 mil votos de diferencia.2

A partir de tales predicciones y cifras se han construido en México los escenarios de la catástrofe que se avecina, es decir, los del conflicto posterior a la elección, ocasionado por la negativa de uno o más de los derrotados a reconocer al ganador.

En este artículo pretendemos entregar a los lectores evidencias empíricas que apuntan a otros escenarios menos conflictivos, sin por ello cancelar que el del conflicto podría hacerse presente, pues su posibilidad de ocurrencia y nivel es inversamente proporcional al tamaño de la diferencia entre el primero y el segundo lugares. Nuestra hipótesis central es que, para la próxima elección presidencial, no existen elementos que autoricen a calificar el generalizado pronóstico del resultado a tercios como el de mayor probabilidad de ocurrencia.

El sistema de partidos

El actual sistema de partidos está integrado por ocho organizaciones nacionales con registro ante la autoridad electoral.3 Como es sabido, el monopolio del registro de candidatos a cargos federales de elección popular está reservado por ley a los partidos políticos nacionales. No existe, por tanto, espacio para candidatos externos ni para organizaciones o grupos fuera del marco legal.

Sin embargo, al amparo del Código que rige los comicios federales, para 2006 se han integrado dos coaliciones electorales nacionales, que postularán candidatos comunes para todos los cargos en disputa.4 El cuadro de competencia para 2006 ha quedado definido con cinco competidores: las dos coaliciones –“Alianza por México” y “Alianza por el bien de todos”– y tres partidos sin coalición –PAN, Alternativa Socialdemócrata y Campesina y Nueva Alianza. Sus candidatos presidenciales son Roberto Madrazo Pintado (Alianza por México), Andrés Manuel López Obrador (Alianza por el bien de todos), Felipe Calderón Hinojosa (PAN), Patricia Mercado (Alternativa) y Roberto Campa (Nueva Alianza). Al momento de cerrar este artículo el partido Alternativa vive una profunda división; una de sus alas, que pretendió registrar como candidato a Víctor González Torres, llevará el caso hasta el TEPJF.

Por esta configuración es posible afirmar que hay tres competidores importantes y dos marginales, posición esta última de los dos partidos de nuevo registro, cuyo reto principal es obtener, al menos, los votos que la ley electoral establece para conservar registro y derechos, es decir el dos por ciento de la votación nacional cada uno. Según la evidencia de elecciones federales previas, podemos establecer la hipótesis de que los dos partidos de nuevo registro, en conjunto, tendrán una votación de 3 a 4 por ciento, Quedan, por tanto, entre 97 y 96 puntos por distribuir entre los tres competidores principales.

Si atendemos a la opinión popularizada, y considerando 96 puntos que distribuir, un resultado “a tercios”, supondría que el ganador obtuviera 33 por ciento de los votos, el segundo lugar 32 por ciento y el tercero, 31. Hay muchas más combinaciones imaginables pero tomemos ésta, que ilustra la consecuencia de que haya un punto de diferencia entre cada competidor.

Hasta el día en que este articulo fue entregado a Voz y Voto, no se conoce en México ninguna encuesta que arroje el pronóstico anterior; pero lo principal es que no hay evidencia empírica previa que respalde este hipotético resultado. Es decir, no tenemos evidencia de un comportamiento del electorado que divida sus votos en tres partes casi iguales. Más aún, ni siquiera tenemos evidencia de un resultado en el que los dos primeros lugares de una elección presidencial se hayan dividido por mitades sus votos.

Lo que los datos históricos muestran, para las elecciones presidenciales de 1988, 1994 y 2000, es una distribución de votos entre los dos competidores principales con ventaja significativa para el ganador, dejando al partido que ocupa el tercer sitio con una votación importante, pero no competitiva, frente al primero y segundo lugares.5

Los resultados de las elecciones federales intermedias celebradas en 1991, 1997 y 2003 confirman tal tendencia.6 Además, la distribución de la votación de las numerosas elecciones para gobernador efectuadas en ese periodo confirma el modelo de competencia entre dos partido, con un tercero en posición rezagada. En elecciones estatales muy competidas, son varios los casos en que la diferencia entre el ganador y el segundo lugar fue mínima (Tabasco, Colima, Veracruz, Sinaloa, Tlaxcala, Zacatecas, Sonora y Distrito Federal).

Podemos resumir lo anterior en tres hechos de la mayor importancia.

1. El sistema de competencia, en apariencia multipartidista, en la realidad es de competencia bipolar, con un tercer partido rezagado y dos o más pequeños, marginales. Esta realidad se presenta tanto en el ámbito nacional como en el estatal;

2. El único partido con presencia nacional sigue siendo el PRI. Aunque el PAN ha crecido significativamente en los años recientes, sigue obteniendo un bajo numero de votos en varios estados de la zona sur-sureste de México, y

3. El PRD, desde su fundación (1990) hasta 2003, no ha recibido más del 25 por ciento de la votación nacional en elecciones federales; su fuerza se concentra en unas pocas entidades (Df, Michoacán, Zacatecas, Baja California Sur y Guerrero). Su debilidad electoral en los estados de las regiones centro, norte y Pacifico-norte es constante.

En el artículo de Voz y Voto ya mencionado ofrecimos escenarios diseñados a partir de los mayores porcentajes alcanzados por cada uno de los tres partidos grandes, en elecciones federales y estatales, para el periodo 1994-2003. Lo que obtuvimos fue revelador, aunque contrario a la extendida opinión publica dominante en México: si en 2006 el PRD y su candidato presidencial repitiesen su mejor porcentaje histórico, estado por estado, se ubicarían en tercer lugar el 2 de julio de 2006. Otro estudio posterior, elaborado por la empresa de encuestas Consulta Mitofsky, rindió el mismo resultado.7

Desde luego, cabe la posibilidad de que la popularidad de Andrés Manuel López Obrador, atestiguada por las encuestas desde hace varios meses, sea capaz de producir en julio de 2006 un vuelco en la decisión de más de seis millones de ciudadanos que nunca han votado por el PRD, hasta llevarlo al 33 por ciento – o más – de la votación nacional. A favor de tal escenario se argumenta que Vicente Fox produjo ese efecto en 2000. Si el vuelco ya ocurrió, puede volver a ocurrir.

En 2000, cuando Fox, - en alianza con el PVEM- ganó la Presidencia, su partido (PAN) ya se había acercado, en la elección presidencial previa, a los diez millones de votos; gobernaba siete estados de la Republica y más de la mitad de los municipios con mayor población.

En contraste, el PRD de 2006 tiene resultados electorales menores al 15 por ciento del total de votos en más de dos terceras partes de los estados, incluidos algunos de los más poblados y modernos, como Nuevo León, Coahuila, Chihuahua, Baja California, Sonora, Sinaloa, Jalisco, Puebla y Guanajuato.

En la entidad con mayor numero de electores, el estado de México, en las elecciones locales de 2005 el PRD quedó en un distante tercer lugar. En las presidenciales de 2000, el candidato del PRD, apoyado por otros pequeños partidos, obtuvo poco más de 6 millones de votos.

En suma, sin descartar un vuelco en las preferencias y decisión de voto de millones de mexicanos, queremos advertir sobre la fuerza de las tendencias previas, que sin ser portadoras de futuros perpetuos, dan señales para avizorar lo que podría suceder en México el 2 de julio de 2006.

Escenarios

En 1991 se publico el primer resultado de nuestro modelo prospectivo que, con el paso del tiempo y los cambios de muy diverso orden ocurridos desde entonces, ha sido fortalecido y perfeccionado.8 Gracias al avance democrático, que permite contar con resultados confiables, a la generalizada utilización y difusión de encuestas y al avance tecnológico, tenemos ahora la posibilidad de llevar acabo ejercicios de simulación numérica de los resultados de prácticamente cualquier elección federal o estatal en México.

Las bases metodológicas del modelo pueden consultarse en el número 149 de Voz y Voto. Solamente aclaramos a los lectores que para lo siguientes escenarios se han considerado, como primer factor de importancia, los resultados de elecciones previas federales y estatales, de modo que el elemento dominante en este ejercicio es la inercia de los electores. Las encuestas nacionales de intención de voto para 2006, levantadas o publicadas por las empresas y medios de mayor prestigio en México, forman parte del acervo de datos incorporados al modelo.

Para tomar en cuenta el efecto de la integración de las dos coaliciones, se sumaron a los resultados históricos del PRI los del Verde, y lo mismo se hizo con el PRD, al que se sumaron los resultados del PT y Convergencia. Hemos agregado también elementos “subjetivos” que, si bien apoyados por resultados previos, contienen una alta dosis de optimismo: se supone que, tanto el PAN como el PRD, tendrían una posibilidad muy alta de repetir, en julio de 2006, al menos su mejor porcentaje histórico (entre 1994 y 2003) y que, además, en algunos estados el PRD tendería a un plus, derivado del carisma de su candidato presidencial.

Veamos los resultados del modelo, empezando por el más favorable para la “Alianza por el bien de todos” integrada por el PRD, PT y Convergencia, con López Obrador como su candidato.

Mejor escenario para PRD-PT-C

Partido

Limite inferior

Valor esperado

Limite superior

PAN

29.7

30.3

30.9

PRI-PVEM

35.8

36.5

37.2

PRD-PT-C

31.4

32.3

33.2

Como puede verse, aun suponiendo que la coalición que respalda a López Obrador maximice sus resultados entidad por entidad y otorgándole el plus en estados como México, Guerrero, Tlaxcala, Tabasco y Yucatán, el mas alto valor probable que arroja el modelo la ubica en 33.2 por ciento, el mínimo en 31.4 y el medio en 32.3. Pero esos valores son inferiores a los que, en este escenario, el más favorable para el PRD, logra el PRI. Incluso si el partido del sol azteca se ubicara en su valor máximo, este sería inferior al mínimo del PRI (35.8). Lo anterior significa que si la inercia del pasado dominara, el PRD quedaría en segundo lugar, desplazando al PAN al tercero. Cabe señalar que en este escenario la diferencia entre el ganador y el segundo lugar puede ser mínima, lo que deja abierta la posibilidad de un conflicto postelectoral.

En el segundo escenario hemos reiterado los elementos subjetivos favorables al PRD, manteniendo solamente su tendencia actual. La otra diferencia es que en este segundo escenario, sólo con tendencias inerciales, suponemos que son el PAN y su candidato los que alcanzan su mejor resultado, sin coalición con el PVEM, en el periodo 1994-2003. Suponemos también que el PRI se comporta de manera totalmente inercial.

Mejor escenario para el PAN

Partido

Limite inferior

Valor esperado

Limite superior

PAN

36.1

37.2

38.3

PRI-PVEM

38.0

38.5

39.0

PRD-PT-C

20.7

21.7

22.7

En este escenario, la posibilidad de triunfo para Felipe Calderón y el PAN queda establecida en una sola hipótesis: el PAN alcanza su máximo (38.3) y EL PRI se ubica en su mínimo (38 por ciento), con apenas 0.3 puntos de distancia. Sin embargo, si el PAN se ubicara en su valor mínimo, (36.1 por ciento) y el PRI se mantuviera en su valor mínimo, éste seria ganador. El PRD rompería la barrera del 20 por ciento, pero en su mejor resultado (22.7 por ciento) estaría a más de diez puntos de distancia del PAN o del PRI, si cualquiera de estos dos obtuviera el triunfo.

En el tercer escenario, es al PRI al que hemos otorgado las mejores tendencias, para lo cual sólo suponemos que, en alianza con el Verde, es capaz de llegar en 2006 al mejor resultado acumulado alcanzado en las dos ultimas votaciones federales.

Mejor escenario para el PRI-PVEM

Partido

Limite inferior

Valor esperado

Limite superior

PAN

33.6

34.7

35.8

PRI-PVEM

39.7

40.3

40.8

PRD-PT-C

23.4

24.3

25.2

En este escenario, el PRI obtiene la victoria con una cómoda ventaja sobre el PAN en cualquier combinación de posibles resultados. Como puede verse, si el PRI llegara a su máximo (40.8) y el PAN quedara en el mínimo (33.6), la diferencia sería de siete puntos, y en la situación inversa, el PRI seguiría en primer lugar con cuatro puntos de ventaja. La votación por el PRD se ubicaría en niveles de entre 23 y 25 por ciento, lo que ratificaría el efecto positivo que puede ser capaz de imprimirle su candidato presidencial.

Conclusiones

En nuestro primer escenario, la inercia parece imponerse sobre el carisma y la subjetividad. A pesar de otorgarles a López Obrador y la “Alianza por el bien de todos” el plus que autorizan las encuestas publicadas a lo largo de más de un año, se ubicarían en segundo lugar, con el PRI como ganador, aunque con posibilidades de una cerrada competencia. El PAN pagaría las consecuencias del enfrentamiento polarizado entre sus adversarios y se ubicaría en tercer lugar.

En el segundo escenario, el PAN maximizaría sus posibilidades de entrar en franca competencia con la coalición “Alianza por México”, a la que decidió sumarse el PVEM, su otrora aliado y ahora contrincante, que se calcula contribuyó con más de cuatro puntos en la elección presidencial de 2000. El PRD quedaría en tercer lugar, a varios puntos de distancia del ganador y del segundo lugar.

En el tercer escenario, el PRI capitalizaría su historia electoral reciente, así como su alianza con el PVEM, obteniendo el triunfo con una ventaja considerable. La competencia en este escenario se daría por el segundo lugar, aunque el modelo indica que la fortaleza del PRI tendría efectos colaterales mas perjudiciales para el PRD que para el PAN, lo que se explica por la configuración de un importante segmento de votantes cuyas preferencias se orientan a favor de cualquiera de esos dos partidos. En otras palabras, entre el PRI y el PRD hay una fuerte competencia por un tramo de votos cuya primera definición es su rechazo al PAN.

Queremos insistir en la advertencia a los lectores y electores: los escenarios presentados son solamente ejercicios de prospectiva estadística. No son pronósticos, mucho menos augurio o profecía. La fortaleza que el PRI muestra en los tres escenarios se explica por la importancia que en el modelo tienen los resultados de cada partido en el pasado inmediato. Cabe recordar que, pese a su derrota en la elección presidencial en el 2000, el PRI ha sido, consistentemente, el partido con mayor votación en elecciones estatales posteriores a ese año, así como en la federal intermedia efectuada en 2003. Por la misma razón, el PAN y el PRD, aun con supuestos tan optimistas como los que hemos incorporado para llegar a sus mejores escenarios, se ven afectados negativamente por sus particulares historiales electorales recientes.

En el PAN influyen negativamente sus pobres resultados en varios estados del sur-sureste, como Oaxaca, Guerrero y Tabasco. Durante los cinco años en que ha ocupado la Presidencia de México, este partido ha tenido resultados electorales menores al diez por ciento en varias entidades, lo que en el mismo lapso no le ha sucedido al PRI como partido opositor.

El PRD se ve limitado por la inercia de su debilidad estructural en prácticamente toda la región norte de México y en buena parte de la región centro. Se antoja remoto que pase de porcentajes menores a diez en estados como Nuevo león y Coahuila, Baja California y Guanajuato, para superar la barrera del 30 por ciento. Si a lo anterior añadimos que en 15 de las 32 entidades federativas el PRD tuvo en 2003 resultados menores al 15 por ciento, se puede entender la dificultad que, aun en coalición, enfrenta para aspirar a la victoria en la elección presidencial de julio de 2006.

La fuerte competencia electoral es un hecho que parece irreversible, con tres partidos que ocupan el escenario y concentran el volumen mayoritario de votos, sin apenas dejar oportunidad a los dos nuevos partidos, que deberán competir en solitario. Pero la competencia tripartita no conduce mecánicamente a un resultado en tres partes equivalentes, con mínima ventaja para el ganador. Sólo en los escenarios de mejor comportamiento del PRD y el PAN se vislumbra tal situación, pero en ambos casos con el Revolucionario Institucional como el partido en competencia.

Cabe señalar, finalmente, que bajo estos supuestos y consideraciones, el PRI en ningún caso ocupa el tercer lugar y, por tanto, no se presenta un escenario de competencia bipolar entre el PAN y el PRD.

El modelo de prospectiva confirma la posibilidad de un cambio en las tendencias anteriores, que se vinieron configurando en los meses previos al arranque del proceso electoral de 2006. Mientras que Andrés Manuel López Obrador inyecta vigor a la capacidad competitiva del PRD y la candidatura de Felipe Calderón ha hecho renacer las expectativas del PAN, la fortaleza del PRI está fincada de manera casi exclusiva en su presencia nacional, en su estructura más que probada y en su trayectoria de recuperación electoral desde 2001.

Las tendencias y escenarios anteriores no son datos inamovibles; conforme avance la competencia y desplieguen las campañas, las futuras encuestas irán mostrando las variaciones en las preferencias del electorado. Con los resultados de esas encuestas el modelo de prospectiva será actualizado desde ahora hasta el mes previo a la elección. Por lo anterior insistimos en la recomendación a los lectores: las cifras aquí consignadas han de leerse como un segundo ejercicio del modelo y nunca como una predicción.

1 En 1994 el PRI, mantuvo durante toda la campaña, ventaja en las encuestas sobre la elección presidencial, mientras que en 2000, aun en las encuestas que dieron ventaja a Vicente Fox (PAN), la percepción mayoritaria era que, de cualquier manera, el ganador sería el candidato priísta.

2 En 1994 el candidato del PRI superó por más de siete millones de votos a su más cercano competidor. En 2000 Vicente Fox superó al candidato del PRI por casi cinco millones de votos y al PRD, por más del doble.

3 PAN, PRI, PVEM, PT, Convergencia, Alternativa Socialdemócrata y Campesina, y Nueva Alianza. Los dos últimos son partidos de nuevo registro (2005), a los que la ley electoral impide aliarse con otros.

4 El PRI con el PVEM, y el PRD con el PT y Convergencia, que deberán postular, además de un mismo candidato presidencial, candidatos a diputados y senadores de cada coalición.

5 En 1988, con todas las reservas subsistentes sobre los resultados oficiales, la competencia fue entre el PRI y la coalición multipartidista que respaldó a Cuauhtémoc Cárdenas, dejando al PAN y a su candidato presidencial en tercer lugar. En 1994 y 2000 el tercer lugar correspondió al PRD con el propio Cárdenas.

6 En 1997 el PRD y el PAN quedaron con una votación absoluta prácticamente igual y el PRI, en primer sitio. En 2000 y 2003, en las elecciones para diputados, el PRI siguió en primer lugar, después el PAN y en tercer sitio el PRD. Cabe apuntar que en 2000 el PAN superó al PRI en la elección presidencial, pero no en las de diputados y senadores, lo que refuerza la expectativa de que en 2006 ningún partido tendrá mayoría absoluta en el congreso.

7 “Votos duros y potenciales, rumbo al 2006” (el texto se puede consultar en la pagina electrónica de consulta Mitofsky).

8 En la revista Nexos de agosto de 1991 apareció el primer ejercicio de prospectiva de resultados electorales para una elección federal, con las mismas bases metodológicas del que hoy entregamos.”

Hasta aquí el artículo en cuestión.

Como se puede observar, a contrario sensu de lo que suele decirse por la generalidad de los actores políticos y por muchos de los analistas y comentaristas de la vida pública nacional, existe una gran probabilidad de que el PRI obtenga la victoria en las elecciones para presidente de la república.

Esto no es gratuito, lo hemos dicho muchos priístas y se ha constatado en los hechos: la fuerza del PRI ha sido demostrada en los últimos seis años en las diversas elecciones federales y locales.

O sea, pese a que hay muchos que desean verlo derrotado en este proceso, tiene grandes probabilidades de obtener un legítimo triunfo electoral.

Por lo pronto, es necesario reflexionar sobre lo que apunta este ejercicio de prospectiva estadística del proceso electoral que vivimos.